martes, octubre 18, 2005

GRUPO CULTIVO

Renato Salas y Eduardo Braga integrantes del grupo Cultivo,
quienes cumplieron una destacada labor en la poética de los años noventas, aún vigentes
son los del desván para deleite de los asiduos lectores de esta modesta página.
Excelentes poetas próximos a publicar sus obras ,
vuelven con fuerza a la poesía ,
amante a la que nunca podrán renunciar.
Como preámbulo a la publicación del libro de Renato Salas,
he aquí el prólogo de su libro " Lima-Vitarte" y un poema de Eduardo Braga

LIMA, LA RUCA


Renato Salas Peña en su primer libro de poemas camina por toda la ciudad de Lima, incluso por sus extramuros, y la violencia de su inmediata verbalización se inspira en ese espacio ominoso en donde la vida no vale nada y la muerte un poco menos:”Las vitrinas nuevamente aturden el calzado / de caminatas absurdas, por Lima, la ruca...”. Estamos frente a la degradación de la ciudad: ya no más la ciudad jardín, la perla del Pacífico ni otro triste consuelo al uso. En el imaginario nuestro la ciudad se ha derrumbado cual castillo de arena. Y para verla mejor, positivamente-como diría algún pintoresco limeño en extinción-, hay que recurrir a la imaginación:”la que se ve mejor si posees una ficción / encima de ti, encima de tu agobiado cuerpo”. Para sobrevivir, como un llanero solitario, en este territorio calcinante ,cualquier ciudadano deberá deslizarse “por asquerosas y apetitosas calles / dos sueldos mínimos vitales un par de / mentiras que contar...”. De esta manera formará parte de la cultura combi:”me asfixio en el micro me pongo lila... “.

Los versos de Renato Salas Peña no pretenden guardar distancias con la violencia imperante de la ciudad, tampoco lo anima el deseo perverso de calumniar a Lima: cada palabra suya es un vivo testimonio de lo que provoca la ciudad: animadversión, oscura simpatía. Brilla en todas las páginas de este volumen una semántica feroz. No hay por qué guardar las formas, diría el hablante de cada texto, deslizarse por el tobogán de la hipocresía. Más que las ambigüedades del nivel simbólico de las palabras el autor prefiere hablarnos con el lenguaje llano, vital, con resonancias hiperrealistas. La visión onírica le ha cedido el paso a una visión descarnada, visceral de Lima. La vehemencia verbal del poeta deja de lado las formas clásicas de la poesía hispanoamericana, el ritmo electrizante suyo está lejos de la calma, la serenidad de un formato tradicional. Si la vida en la ciudad es un vértigo inacabable, pues, la poesía de la ciudad debe ser un ventarrón que nombra y destruye. Es por ello que el libro es un nido de prosaísmos, imágenes que orillan peligrosamente la vulgaridad: todo es válido con tal de exorcizar, a través de la escritura, la visión dantesca de Lima, Vitarte y otros espacios íntimamente ligados a la experiencia personal del yo lírico de estos textos.

“Nadie vio llegar a nuestros padres / trepados cual náufragos en / canoas fangosas y agotadas”,confiesa el hablante de “Las ruinas circulares”. Y continúa el poeta dando cuenta de las migraciones permanentes que tugurizan la ciudad:”Todos ignoraban de dónde venían / qué lejanas esteras habían / dejado pasos atrás...”. Los migrantes que tomaron por asalto la antigua Lima La Dorada , se vieron con la ingrata sorpresa que ahora no hay palacios virreinales: hay pobreza, miseria, desamor. Y verbaliza su desencanto, su rabia y desconsuelo. Ese tono violento es uno de los logros de Renato Salas Peña. Incluso, recurre al humor negro, a la ironía letal cuando reconstruye el núcleo familiar que habita en la ciudad: los padres, los hijos, los nietos son víctimas de su mirada crítica. Todos ellos se albergan en “una casa incendiada”. La voz que da cuenta de la travesía por Lima, la ruca, es la de alguien que está caminando por la ciudad, de regreso al hogar,”medio borracho medio tieso medio humano”...”chineando alguna perdida monedita” para continuar el rito de la autodestrucción. Empero, en medio de la violencia que espera agazapada en cada esquina, más allá del ambiente sórdido que envuelve a la ciudad, el caminante no se doblega, no se traiciona: se levanta, se pone de pie, se acicala para entregarse de lleno al vértigo de la calcinante vida cotidiana con nuevos bríos y termina ,gloriosamente, entregándose al remolino citadino, subiendo “a los buses que corren de Lima a Vitarte / y gritando como un delicioso enajenado: / ¡Dónde están las putas?”. Definitivamente, la poesía, por lo menos en Lima, está en las calles, en las esquinas, esperándonos sin piedad alguna. El libro de Renato Salas Peña, con distintos registros vocales y con un lirismo tenso, es una prueba ardiente, irrefutable de ese desafío perpetuo.

Hildebrando Pérez Grande





Post Tremens


Rueda en el fondo
la cáscara de la luna mas reciente
anestesiándome
cayendo en lo profundo de la conspiración mundana
de unos fósforos hipnóticos
y una tetera reincidente
la cucaracha, despreciable,
disfruta finalmente su victoria
recordándome con sigilosa violencia
su contundente hegemonía
su calidad de inobjetable.

La locura, la muerte incluso
no es mas que otra de tus ausencias
uno de tus mejores desaires
que deriva irremediablemente
en esta distorsionada percepción
un determinado punto de la intoxicación
terapéutica – científica – convencional
consecutiva del disparo de salida
y la gran aventura pagada
que es este paraíso a medio pintar
con el que pese a todo nos emocionamos
hacemos planes, hogares, viajes,
montamos el viento
desafiamos el cielo
miramos el fuego
odiamos el mundo
amamos el universo
abrimos la puerta
respiramos otro día
nos drogamos con la vida
y en la cumbre del delirio
somos normales
somos seres racionales
que casi nunca tiramos el televisor
y en cambio nos alimentamos del desconcierto
de toda la degeneración emocional
mezclada con rezagos de la ilusión inicial
una especie de salvación milagrosa
en la que se cree apenas
entre unos versos
para siempre inéditos
y la cáscara de otra luna
que vuelve a rodar
sobre este desteñido paraíso
que se eleva junto con el punto de intoxicación
en unos cuantos miligramos mas
de locura
y de sueño.