Rilke en sus cartas a un joven poeta, dice: “una obra de arte es buena cuando nace de la necesidad” y en algún momento todos hemos tenido la necesidad de escribir para exorcizar fantasmas o demonios, o por la razón que sea. Rilke es categórico en su frase, que por lo demás es cierta, la poesía u otra obra de arte, nace de nuestros más profundos sentimientos, miedos certezas, alegrías, el drama humano que nunca acaba de asombrarnos. Y este drama es la materia prima del poema, en cuanto a la naturaleza interna y confesional, donde nos hablamos en secreto y dibujamos la realidad en nosotros mismos, en nuestra piel, en nuestros ojos insomnes a la palabra, esperando la magia que muchas veces no llega, que martilla nuestras noches con esa visión perturbadora de un ocaso aglutinante que pide a gritos absolverlo de su en cadenada costumbre. Mundo sensorial que se manifiesta golpe. El poeta se enfrenta a su propia naturaleza, a su propia carroña, que lo puede convertir en un buitre de sí mismo o en un Prometeo incomprendido. ¿Poemador o creador? Sentimientos encontrados frente al mundo, a lo real. Cabe decir que el poema no sólo se encuentra en la página que la alberga; sino que también vive fuera de ella, ¿cómo es esto? La poesía experimenta libertad, La poesía existe fuera del poema, en una puesta de sol, en una mujer etc. Son poemas no escritos, poemas-instantáneas que perecerán luego del momento, fotos veladas que jamás serán imágenes, acaso lo más poético de la poesía, en tiempos en que el arte es un auto que va a mil por horas. En un sentido más amplio el poema no es sino la conformación feliz de frases y sonidos que cobran sentido; de música que nos enamora, nos seduce, palabras que cargan una melodía especial, un temperamento particular. Relleno sanitario de grandes palacios, donde lo humano es olvido y desconcierto. El fondo y la forma se unifica en palabras esenciales en un qué y cómo decir. Para escribir no hay fórmulas ni recetas, La poseía es libertad y debe brotar así, de la forma en que se presente. El poeta no aprende su oficio en un aula universitaria, ni en una biblioteca pública. El poeta es un elegido, un hombre con gran sensibilidad, que sobre pasa al común de la gente, un observador aturdido de la realidad. Salvatore Cuasimodo decía: “que el nacimiento de un poeta es siempre un acto de desorden”. En un mundo donde todo tiene un número, y el orden es sinónimo de salud mental, el poeta pone de cabeza al mundo, va a la búsqueda de paraísos perdidos. Dentro de una sociedad ordenada alfabéticamente, el poeta es un marginal, un librepensador al que la autodestrucción lo escarba. Está en constante coqueteo con la muerte; y la sociedad se defiende de ellos excomulgándolos y desterrándolos, claro que esto no es una regla, pero no podemos negar la herencia Rimbauniana, ni romántica donde se sigue forjando mucha poesía, donde se sacan las poses de poetas malditos, Aún no nos hemos destetado del romanticismo alemán ni de los simbolistas; hombres que escandalizaron a su época y que hicieron de sus vidas poesía y de la poesía un grito al hombre, para salir a lo abierto y de lo abierto una necesidad para las nuevas generaciones. Muchos dieron su vida, se inmolaron en nombre del arte y vieron en las palabras el fuego prometeico, el cual iluminaría la oscuridad de nuestros caminos.
El poeta es un equilibrista, un sonámbulo que camina entre fieras. El vacío es su afición y no encuentra más desconcierto que en la rutina. La costumbre es el talón de Aquiles del creador. Enfrentamiento constante con el abismo, y de ese abismo que puede ser cruel o dulce -abismo que no es más que su propio ser- es de donde extrae el maná o la miel para sus cantos. La poesía será su extraviada amante. Ella lo llevará a conocer la voluptuosidad del infierno y la desidia del paraíso.
El poeta es un equilibrista, un sonámbulo que camina entre fieras. El vacío es su afición y no encuentra más desconcierto que en la rutina. La costumbre es el talón de Aquiles del creador. Enfrentamiento constante con el abismo, y de ese abismo que puede ser cruel o dulce -abismo que no es más que su propio ser- es de donde extrae el maná o la miel para sus cantos. La poesía será su extraviada amante. Ella lo llevará a conocer la voluptuosidad del infierno y la desidia del paraíso.
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